
Una mayor participación del cuidador cambia el papel del terapeuta del niño, desde tratar directamente al niño hasta promover la competencia del cuidador. Afortunadamente, entrenar a cuidadores para participar en la intervención de su propio hijo se facilita por su entusiasmo, a pesar de los desafíos asociados con el esfuerzo de la intervención.
La terapia intensiva bimanual no interrumpe la dinámica psico-social de las familias ya que el estrés parenteral se mantiene estable durante todo el tratamiento.
Es importante no recordar el rol y uso de la mano fuera del momento de la intervención para evitar frustración en el niño.
Uno de los factores que permite el éxito, reduce el estrés es la confianza en el terapeuta y la seguridad proporcionada a la familia durante la intervención.
Los padres aseguraron sentirse acompañados durante el tratamiento y lograron visualizar las limitaciones en sus hijos, así como fomentar sus capacidades para incrementar la funcionalidad manual. Fue posible la reestructuración de actividades según la motivación y el momento del día en el que el niño estaba más receptivo, se incrementó una mayor interacción padres-terapeuta-niño al realizarse en el hogar.
El pilar fundamental del logro sería el seguimiento del terapeuta de manera presencial o virtual, lo que asegura una adherencia y compromiso de la familia durante la intervención, reducción de posibles complicaciones, modificación de actividades y empoderamiento familiar para adquirir los objetivos funcionales propuestos.
Es por ello, que las terapias intensivas pese a ser sacrificadas y suponer un gran esfuerzo por parte de la familia y niño para ser ejecutadas ya que es necesario realizar una organización del tiempo y modelaje del entorno para aplicarse, pueden llevarse a cabo de manera exitosa sin suponer un estrés añadido en la vida diaria de los padres, obteniéndose resultados favorables que dan lugar a un incremento de la funcionalidad de la extremidad superior afectada.